viernes, 30 de octubre de 2009
jueves, 29 de octubre de 2009
martes, 27 de octubre de 2009
20091015
NADA HABÍA ANTES DE QUE VINIERAN
Nada había antes de que vinieran.
Sólo un agrio subsistir
un vivir día a día entre cuatro paredes sin vistas
y un tejado de uralita.
Carente de suelo firme habitaba suspendido
sobre un profundo vacío lleno de prescindibles.
Nada había antes de que vinieran.
Sólo un deambular derrotado
por desiertos desprovistos de oasis ansiados,
sin derrotero.
Sin estrella que me guiara ni ánimo de buscarla.
Hasta que ellos vinieron
y viró el viento en otra dirección.
No por deseados causaron menos algarabía
no por esperados provocaron menos emoción.
Ellos
nuevos timoneles fueron,
destellos que la travesía iluminó,
alegres melodías frente a una anodina canción.
Desde que vinieron todo rebosa,
todo subsistir cobró sentido.
Las cuatro paredes se tornaron hogar,
el tejado bóveda celestial
y el suelo firme terreno fértil donde abonar.
La vida con ellos
exige más esfuerzo pero encuentras regocijos
porque ahora todo mi egoísmo es su felicidad
y toda mi felicidad es la de ellos, la de los hijos.
Nada había antes de que vinieran.
Sólo un agrio subsistir
un vivir día a día entre cuatro paredes sin vistas
y un tejado de uralita.
Carente de suelo firme habitaba suspendido
sobre un profundo vacío lleno de prescindibles.
Nada había antes de que vinieran.
Sólo un deambular derrotado
por desiertos desprovistos de oasis ansiados,
sin derrotero.
Sin estrella que me guiara ni ánimo de buscarla.
Hasta que ellos vinieron
y viró el viento en otra dirección.
No por deseados causaron menos algarabía
no por esperados provocaron menos emoción.
Ellos
nuevos timoneles fueron,
destellos que la travesía iluminó,
alegres melodías frente a una anodina canción.
Desde que vinieron todo rebosa,
todo subsistir cobró sentido.
Las cuatro paredes se tornaron hogar,
el tejado bóveda celestial
y el suelo firme terreno fértil donde abonar.
La vida con ellos
exige más esfuerzo pero encuentras regocijos
porque ahora todo mi egoísmo es su felicidad
y toda mi felicidad es la de ellos, la de los hijos.
jueves, 8 de octubre de 2009
20091008
CARICIAS
Y llegó la noche
en que ya no quieres caricias,
en que hay silencio y hastío
donde antes hubieron risas.
Llegó la noche de verano
donde el calor se transformó en frío
y los besos congelados
se rompieron en pedazos
tras su caída al vacío,
dentro de esa Nada
en que se han convertido
tu vida y una relación sin sentido.
Y llegó la noche
en que ya no quieres caricias,
en que hay silencio y hastío
donde antes hubieron risas.
Llegó la noche de verano
donde el calor se transformó en frío
y los besos congelados
se rompieron en pedazos
tras su caída al vacío,
dentro de esa Nada
en que se han convertido
tu vida y una relación sin sentido.
20091007
ESPEJO
Conforme pasan los años
me siento como un vampiro,
no por la inmortalidad
ni por la amoralidad,
sino porque cuando me miro
al ponerme frente al espejo
no logro reconocerme,
no percibo mi reflejo
tal como lo recuerdo...
Tan sólo veo a un viejo.
Conforme pasan los años
me siento como un vampiro,
no por la inmortalidad
ni por la amoralidad,
sino porque cuando me miro
al ponerme frente al espejo
no logro reconocerme,
no percibo mi reflejo
tal como lo recuerdo...
Tan sólo veo a un viejo.
20091002
DECEPCIÓN
Tras la inesperada derrota
surge la decepción.
Por fuera, la cara de idiota.
Por dentro, la frustración,
la sensación de obtener
una nula recompensa
ante tanta expectación.
Ya nada puede cambiar
el resultado definitivo...
Encima tienes que aguantar
perversas muestras de compasión:
“Lo importante era participar”
es el máximo consuelo que recibes
(pues eso, que se lo crea el rival).
Tras la inesperada derrota
surge la decepción.
Por fuera, la cara de idiota.
Por dentro, la frustración,
la sensación de obtener
una nula recompensa
ante tanta expectación.
Ya nada puede cambiar
el resultado definitivo...
Encima tienes que aguantar
perversas muestras de compasión:
“Lo importante era participar”
es el máximo consuelo que recibes
(pues eso, que se lo crea el rival).
20091001
SINVIVIR
Que el dinero no ofrecía felicidad
sintió una vez un hombre rico
y en su pesadumbre
dio a pedigüeños y mendigos
toda su fortuna y pico.
Continuó su humilde vida,
contradictoria, confusa,
y en su pesadumbre
sintió que era infeliz siendo pobre,
pero al menos –ahora- tenía excusa.
Que el dinero no ofrecía felicidad
sintió una vez un hombre rico
y en su pesadumbre
dio a pedigüeños y mendigos
toda su fortuna y pico.
Continuó su humilde vida,
contradictoria, confusa,
y en su pesadumbre
sintió que era infeliz siendo pobre,
pero al menos –ahora- tenía excusa.
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