La mariposa que
aletea entre el paisaje
abundante de
occidente
produce
tempestades
en vete a
saber qué lugares
de alejados
continentes.
Y la
mariposa de inocente revoloteo
pasa la
tarde radiante
ignorante de
su revuelo
mientras los
desvalidos
de allende
los mares
suplican a la Madre naturaleza
que fulmine
tempestades,
que corrija el
desatino.
Como si no
hubiera en el mundo cosa
más natural que
el vuelo una mariposa.
Y ante el
fatal destino
oran los
abandonados
sin que el
Padre misericordioso
jugando a
los dados
atienda su
cometido.
Entonces, un
hombre cobarde
valiente en
su desespero
decide matar
la mariposa de inocente revoloteo
- que pasa
la tarde radiante
ignorante de
su revuelo -
y recorre el
medio mundo
que separa
el abismo del cielo
ansiando el
caos
para empezar
un orden nuevo.
Un anciano
sabio
que observa tal
desafuero
desde su
blanco mirador
advierte al
joven salvador
que matar mariposas
no elimina
tempestades
que más
natural sería
- aunque
suene a utopía -
luchar contra
las deidades
para cambiar
la realidad.
Como si no
hubiera en el mundo cosa
más natural
que el vuelo de una mariposa.
Mientras
tanto
el Padre
todopoderoso
y la Madre naturaleza
sin reparar
los daños causados
- por
omisión o por pereza -
dejan a su
albedrío
a la
mariposa de inocente revoloteo
que pasa la
tarde radiante
ignorante de
su revuelo,
al sosegado
abuelo
en su
juiciosa abstracción
y al intrépido
jovenzuelo
debilitado
por luchar sólo
en su
caótica misión.